Si tus inversiones están bajando, lee esto: Si tu cartera pierde valor al mismo ritmo que el mercado, tal vez se deba a que no está lo suficientemente diversificada.
Desde el pasado mes de mayo venimos asistiendo a un cambio considerable en la actual tendencia de los mercados. El incremento de la volatilidad y las diferentes incertidumbres (China, petróleo, emergentes…) han provocado que, en mayor o menor medida, todo se vea afectado de un modo u otro, incluyendo las caídas (llegando a superar el 20%) en muchas bolsas, así como ciertos incrementos de riesgo en carteras de renta fija, o el comportamiento irregular en gran parte de los fondos de inversión.
Debido a los factores mencionados, muchos inversores han visto cómo sus carteras caían más de lo que inicialmente habían previsto. Y lo cierto es que en este comienzo de año la situación no ha cambiado demasiado, presumiéndose todavía que la volatilidad y las incertidumbres están y seguirán muy presentes en el medio plazo. ¿Cómo podemos, entonces, manejarnos en un escenario como el actual? ¿Qué sucede si tenemos nuestras inversiones concentradas únicamente en España?
Un perfil de riesgo y la diversificación son algo imprescindible hoy día en la gestión patrimonial. El hecho de que cualquiera de los dos falte o no sean los adecuados, puede hacer que nuestra inversión sufra excesivamente los movimientos del mercado.
“No pongas todos los huevos en la misma cesta” es un viejo refrán cuyo consejo, lamentablemente, no sigue la mayoría de inversores, o bien, en el mejor de los casos, lo interpretan erróneamente en la gestión de su cartera. Sin embargo, es ahora, en momentos de volatilidad e incertidumbre, cuando la estrategia se pone a prueba en las carteras, cuyo comportamiento nos mostrará si estamos aplicando o no correctamente este criterio.
Una cartera diversificada ayuda siempre a reducir el riesgo y, por tanto, aminora las bajadas, evitando la correlación con los mercados. Si, por ejemplo, la renta variable cae un 20% y hemos invertido solamente en ella, es muy probable que nuestra cartera al completo caiga en igual medida. Sin embargo, si nuestra cartera tiene únicamente una parte de renta variable, aparte algo de renta fija (bonos, deuda gubernamental), depósitos y, además, nos valemos de los instrumentos adecuados (como una cartera diversificada de fondos), por muchos riesgos que tomemos, nuestra cartera estará siempre a salvo de los embates del mercado, no dependerá tanto de su correlación con él, y, en consecuencia, las caídas serán forzosamente menores.
Así, aunque creamos que lo que sucede a corto plazo no va a afectarnos, ya que nuestra inversión está planificada a largo plazo, en los momentos en que la tensión sacude los mercados resulta muy difícil permanecer al margen de la situación, dándose el caso de que podemos caer (de hecho, es habitual) en el grave error de tomar decisiones impulsivas. Por ello, resulta imprescindible disponer en nuestra cartera de distintos productos que se comporten de forma defensiva en épocas de caídas. ¿Por qué? Porque esto implica que la evolución de nuestra cartera global sea menos volátil, proporcionándonos una mayor seguridad
Otro error habitual es la tendencia a invertir en lo que supuestamente más conocemos, decisión que nos hace sentir más seguros. Un ejemplo prototípico, que se repite con mucha frecuencia, consiste en invertir en una cesta de acciones del Ibex 35 (Santander, Iberdrola, Telefónica, BBVA…) un depósito en nuestra entidad, un inmueble en España y bonos o letras del tesoro español. ¿Pero acaso no estaríamos diversificando?, te preguntaras. La respuesta es sí, pero, ¿estaríamos haciéndolo correctamente?
Lo cierto es que en un caso como el expuesto en el ejemplo anterior estaríamos diversificando por clase de activo pero concentrando al mismo tiempo riesgos por país (España), de modo que, si la situación de nuestra economía, lejos de mejorar, empeora, es posible que veas cómo tu inmueble vale cada vez menos, o no eres, por ejemplo, capaz de alquilarlo/venderlo, cómo tus acciones caen de precio y cómo tus bonos pueden comenzar a aumentar de riesgo ante un empeoramiento del rating de la deuda española. Pensemos que España pondera aproximadamente un 2% en la economía global. Y que eso, si actuamos con inteligencia táctica, se debería reflejar en la exposición general de nuestra cartera.
La diversificación, pues, consistirá en valorar los riesgos presentes en el mercado y en adecuar nuestras inversiones para asumir un menor riesgo global en nuestra cartera, aunque ello suponga asumir una menor rentabilidad.
Podemos conocer cómo va a comportarse determinada empresa, sector, zona geográfica, activos… pero existen siempre diversos riesgos incontrolables: sociales, políticos, fenómenos como el terrorismo… cartera en distintas clases de activos, mercados, zonas geográficas, estilos de gestión… que pueden afectarnos más allá del contexto concreto en que hemos reparado o incluso alterar completamente nuestras previsiones, como, de hecho, hemos podido apreciar durante estos dos últimos meses. Por tanto, la opción más prudente consistirá siempre en diversificar la cartera en distintas clases de activos, mercados, zonas geográficas, estilos de gestión, etc.
También debe valorarse el riesgo que uno está dispuesto a asumir, así como el riesgo con el que se siente más cómodo, esto es, el perfil inversor. Hay muchos inversores que no tienen muy claro este concepto. No obstante, entenderlo es sencillo. Si eres capaz de conciliar el sueño cuando las bolsas sufren fuertes caídas, sostenidas durante semanas o meses, entonces puedes considerarte un inversor arriesgado. Pero si, por el contrario, no eres capaz de tolerar ese riesgo, no va a merecerle la pena invertir en productos que te hagan preocuparte permanentemente por tu dinero: entonces te sentirás seguramente más cómodo con productos menos volátiles, tales como los fondos de inversión o la propia renta fija y en general activos menos volátiles.
Y es que no, toda vez que esa aspiración implica un riesgo considerable. Muy al contrario, nosotros creemos que la prioridad de un inversor debe ser, en primer lugar, sentirse cómodo con sus inversiones y garantizar ante todo la protección de su patrimonio (considerando el plazo de inversión) y, ya en segundo lugar, intentar maximizar tu rentabilidad, pero siempre dentro de los límites que tu perfil de riesgo le indique como más apropiados, y atendiendo además al horizonte o plazo de inversión prefijado.