Si por inversor novato entendemos aquel con nula o poca experiencia en mercados financieros existe una serie de productos que se adaptan a sus necesidades. Como siempre, lo más importante a vigilar es el riesgo que quiere asumir el cliente y en función de ese riesgo se “esperará” una determinada rentabilidad. Por favor huid de los términos “asegurado” si va con alta rentabilidad, eso ni casa ni encaja.
Como España ha sido tradicionalmente un país de plazo fijo, este producto lo vamos a obviar y vamos a empezar con uno que lo sustituya.
1. La renta fija (los bonos)
Financieramente el bono se asemeja a un depósito, cambiamos el emisor que en vez de ser un banco puede ser un país (deuda pública), una empresa (bonos corporativos) o los mismos bancos. De esta manera, al comprar los bonos nos convertimos en acreedores de esas empresas/países o entidades a cambio de una remuneración pactada (cupones) y de la devolución del principal al vencimiento del bono. La principal novedad frente al depósito es la existencia de un mercado secundario donde podemos vender o comprar estos bonos antes de vencimiento. En ese mercado secundario podemos obtener tanto ganancias como pérdidas. Normalmente pagamos comisiones tanto por la compra de los bonos como por la custodia. Por eso hay que observar bien el porcentaje de coste que suponen estos apartado del total de rentabilidad esperada.
2. La renta variable (acciones)
Las acciones no son más que una parte del capital de una empresa que cotiza en mercados secundarios y que ofrece la posibilidad de comprar y vender estas acciones. Siendo propietarios de las empresas podemos participar en el reparto de sus beneficios (dividendos). Las acciones normalmente van en función de las expectativas de beneficios de las empresas y estas expectativas van en función de la marcha de la economía en general. Al igual que en los bonos, se pagan comisiones tanto de compra/venta como de custodia.
3. Los fondos de inversión
Los fondos de inversión no son más que un vehículo que aglutina una serie de capital para invertirlo en una serie de activos prefijados de antemano. Es decir, podemos tener fondos que inviertan en bonos, en letras y pagarés, en acciones españolas, en acciones europeas, en otros fondos, en hoteles, etc. Mediante la inversión en un fondo delegamos la búsqueda de los activos a un gestor especializado a cambio de pagarle una comisión. Los fondos son muy interesantes fiscalmente hablando porque no se tributa hasta que no se rescata el dinero y los traspasos entre fondos están exentos. Así podemos jugar al ciclo bursátil sin tributar. La cara oculta son las altas comisiones que no son visibles y se devengan de la parte invertida.
4. Los ETF
Literalmente son los Exchange Traded Funds. Son una especie de fondos que cotizan en mercados bursátiles. Es decir, se compran y venden como acciones pero no se pueden traspasar ni ahorrarnos la fiscalidad. La parte buena es que las comisiones son menores que los fondos, la parte mala es que fiscalmente no son óptimos.
5. Depósitos Estructurados
Son un producto que se instrumenta mediante un depósito (el cliente está acostumbrado a ese formato y por eso triunfa tanto) donde la rentabilidad depende de una variable subyacente; por ejemplo, de la rentabilidad del IBEX35, de la evolución del EURO frente al US DÓLAR, del barril Brent de petróleo, etc. Son productos más complejos con comisiones a veces explicitas y a veces implícitas.