¿Por qué hay tanto miedo a la deflación?
La deflación es lo contrario de la inflación, pues en lugar de incrementarse los precios de los productos y servicios, éstos se reducen.
A priori, como bien apunta, podría pensarse que es un escenario atractivo para el consumidor, pero lo cierto es que es un escenario poco deseable. ¿Por qué? Veamos porqué se llega a este punto.
La renta disponible de los trabajadores, castigada de forma importante en los últimos años, cae a niveles tan bajos que repercute de forma negativa sobre la demanda. Esa baja demanda hace que haya un exceso de oferta que presiona a la baja al precio final de los productos. Así, los precios bajan, habiendo una mayor competencia entre las empresas que producen productos similares y lo más importante, esa bajada de precios reduce los márgenes y fomenta la reducción de costes en las empresas. Una reducción de costes que desafortunadamente incide en nuevos despidos y de nuevo, en una menor renta disponible para consumir y demandar producto por parte de los consumidores.
- Además, los consumidores que sí tienen capacidad de consumir, deciden retardar el momento de la compra porque estiman que no tiene sentido comprar hoy algo que mañana, seguramente tendrá un precio más atractivo.
Como ven, es un círculo peligroso, un círculo que se retroalimenta en el que se reduce la demanda, esto hace que haya un exceso de oferta que propicia la bajada de precios, esta hace que se reduzcan los márgenes e incremente la reducción de costes, los despidos, la producción… y volvemos a empezar. Precisamente por esa retroalimentación es tan poco deseable este escenario. Especialmente en España, donde los niveles de paro son elevados y el PIB muy débil.
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La deflación es una bajada generalizada (mayoría de sectores de una economía) y prolongada (dos o más semestres, según el FMI) de los precios de los bienes y servicios, que se produce, en general, por una caída del gasto y de las inversiones de los principales agentes económicos (familias, empresas y sector público).
La deflación es el fenómeno contrario a la inflación y no debemos de confundirlo con desinflación. Éste último se refiere a la disminución de las tasas de inflación, pero siempre por encima de cero, mientras que la deflación significa tasas de inflación negativas.
El hecho de que una economía sufra deflación no tiene por qué significar que su actividad económica se contraiga. Sin embargo, el interés reciente por este fenómeno deriva de la preocupación por la situación actual en la eurozona, la cual ha entrado en un periodo prolongado de inflación muy baja y el miedo existente a entrar en deflación se debe realmente al riesgo de que ésta sea una deflación recesiva o contractiva, es decir, a que el que el bajo crecimiento económico actual se transforme en contracción.
El miedo a una delfación recesiva se acentúa en el entorno actual de endeudamiento masivo, pues el proceso de desapalancamiento, tanto público como privado, resultaría mucho más difícil. En países en deflación, la deuda aumentaría en relación al PIB, como consecuencia de que si los precios bajan, el PIB (denominador) automáticamente se reduce, pero la deuda (numerador) se mantiene igual en términos nominales. Al mismo tiempo, la deuda de estos países sería más cara en términos reales y el pago de la misma podría resultar verdaderamente difícil para aquellos países muy endeudados.
Otro factor que incrementa el miedo a una deflación recesiva es el elevado nivel de desempleo que existe en algunas economías. La persistencia del paro provoca una moderación salarial continuada, con el efecto negativo que ello conlleva sobre el poder adquisitivo de las familias, las cuales disminuyen el consumo y provocan una espiral negativa al deteriorarse los resultados de las empresas y disminuir la cantidad ingresada por los gobiernos por los impuestos al consumo (además de por el impuesto sobre la renta). A su vez, las empresas disminuyen su inversión, aumentan los recortes de plantilla, dando lugar a más desempleo, y se ven obligadas a reducir más los precios para poder vender su producción, con lo que se generará más deflación.
Durante muchos años las autoridades económicas (gobiernos) y monetarias (bancos centrales) han luchado contra la inflación y contra sus efectos perniciosos. Sin embargo, no está tan claro cómo se debe enfrentar de manera efectiva la deflación. Muchos economistas coinciden en señalar que, de forma simplificada, se puede actuar en dos sentidos: el primero sería bajar los tipos de interés e inyectar liquidez para incentivar el crédito a las familias y a las empresas (políticas monetarias); el segundo sería aumentar el gasto público para dinamizar la economía y reducir los impuestos (políticas fiscales).
Quedan como interrogantes, en el momento actual, tanto la efectividad de las políticas monetarias en economías con unos tipos de interés cercanos al 0%, como la posibilidad de que se genere crecimiento económico aún estando en deflación (deflación expansiva).
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